Los médicos psiquiatras hemos escuchado, alguna vez por lo menos, hablar del Burnout o sindrome del “quemado”, otros además lo han padecido. Sabemos la definición y criterios e incluso un estudio dice que muchas personas entienden de qué se trata sin saber los detalles del mismo.
La definición del «burnout» más consolidada es la de Maslach y Jackson (1981) quienes consideran que es una respuesta inadecuada a un estrés emocional crónico cuyos rasgos principales son: un agotamiento físico y/o psicológico, una actitud fría y despersonalizada en la relación hacia los demás y un sentimiento de inadecuación a las tareas que ha de realizar.
Involucra tres dimensiones: agotamiento emocional, referido a la pérdida o desgaste de recursos emocionales; deshumanización o despersonalización (no en términos de semiología psiquiátrica, sino del diccionario común http://lema.rae.es/drae/?val=despersonalizar), desarrollo de actitudes negativas, cínicas e insensibles hacia pacientes y/o clientes; y falta de realización personal, tendencia a evaluar el propio trabajo de forma negativa.
Se relaciona con el lugar de trabajo y las malas experiencias. Una balanza entre capacidad de adaptabilidad, o resiliencia y los estresores a los cuales la persona es expuesta.
Pero yo planteo otra cosa… Qué hay cuando estos síntomas aparecen en la vida misma. Qué sucede cuando nuestro peor jefe es la vida misma.
¿Existen tendencias a vivir bajo las inclemencias de un Burnout constante?
¿Hay gente que le gusta vivir bajo esas circunstancias?
La respuesta inmediata es no, a nadie que se le pregunte si le gusta vivir bajo determinadas circunstancias hostiles dice que le gusta, pero quizá sí le esté sucediendo algo similar.
Pueden sucederse dos circunstancias, vivir como la mierda y gustarle, o vivir como la mierda y quejarse. Las dos podemos decir que no son buenas del todo, pero sus malestares están en lugares diferentes.
Quienes se encuentran en la primera opción, puede que estén negando su situación hostil; o sea saberlo, no gustarle y hacerse los boludos (Término burdo, argentinismo para decir zonzo y otras cosas). O pueden tener asociado inconscientemente el placer al malestar (masoquismo).
Quienes se encuentran en la segunda opción están atrapados entre la espada y la pared. Hacen “intentos” (por lo general escasos, o infructuosos) por querer estar mejor pero no lo logran o simplemente se quedan en el “estado de queja” constante, a los que se le tiende a adjudicar el mote de “hincha pelotas” (aquí en Argentina).
Entonces es allí cuando comienza el estado de BurnOut de la vida, el cual es de mucho más dificultosa resolución ya que en el caso de un trabajo podría aparentar ser más factible la solución cambiando de trabajo o dejando de trabajar. Los escapes a la vida son más costosos, y se me ocurren el suicidio, el intento de suicidio infructuoso y su internación correspondiente, irse lejos y empezar de nuevo, por ejemplo. A veces esas cosas no se pueden, no se quieren o no se deben.
Entonces, cuando la irritabilidad aparece, el mal humor, la puteada a flor de piel, el cansancio, el agotamiento mental, la falta de concentración, los problemas en el sueño, las peleas con los que más queremos, la falta de obtención de placer, la falta de ideas, la tendencia a la vagancia, la dejadez física, la falta de deseo sexual o de ganas de actividad sexual, ¿no entramos en una depresión…?
Continuará…
http://www.revistaaen.es/index.php/aen/article/view/15231/15092
http://www.upch.edu.pe/fapsi/rph/NUMERO/burnout.pdf
http://www.revcardiologia.sld.cu/index.php/revcardiologia/article/view/85/219
Dr. Nicolás Salgado. Médico Especialista en Psiquiatría. Argentino. http://www.ansiedadesclinicas.wordpress.com
Si el sindrome coloquial del «quemado» cada vez es mas frecuente, y las relaciones laborales, son mas complejas y conflictivas atravesadas por una «droga» de poder, control, sometimiento, de emergencias e intereses economicos; yo estuve algun tiempo en un lugar en donde surgían casos con este trastorno, pero no ha sido tomado en cuenta.
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Que interesante, es como vivir en drogas, sin ellas.
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Sería como los efectos deletéreos de las drogas. Está muy bueno, porque los efectos «positivos» buscados en las drogas están en la vida misma e intervienen en el circuito neurológico de recompensa, el cual funciona con los placeres y los displaceres de la vida pero de forma medida y equilibrada.
Me viene a la mente «el deseo» por vivir como una búsqueda de la recompensa (una pequeña hipótesis).
Gracias por tu comentario.
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